viernes, 9 de marzo de 2012

Al enamorar

Más allá de intentar escribir una nota sobre consejos o tipcitos a la hora de enamorar, quiero referirme a dos factores determinantes, para ambos sexos, debo acotar, al momento de la conquista. Esto es una nota corta, que escribo mientras espero... (Todos siempre esperamos algo, pero no quiero desviarme con esto último). Estos dos elementos (por denominarlos de alguna manera, aunque cueste mucho en ocasiones dar nombre a ciertas cosas) son la voz y el olor. ¿Quién está de acuerdo? Seguramente más de uno. Me pregunto si a 100 personas planteara yo este cuestionamiento cuántos responderían lo uno o lo otro, o ambos. En esta nota, sólo me referiré al olor. Y es que deseo contar una experiencia cultural, sin pretender ofender, por supuesto, a absolutamente nadie. Más de uno también, supongo o más bien imagino, ha tenido la ocasión de utilizar el metro. Imaginemos la siguiente situación: En el Metro de Caracas, a cualquier hora del día, de la tarde, de la noche, hay un vagón lleno, y ese vagón lleno tiene aproximadamente un billón de personas, apachurradas, unas contra otras, de mal humor la mayoría, algunos haciendo algún chiste malo para liberar tensiones, un niño malcriado y gritón, una señorona llena de bolsas y bolsones, unos adolescentes besándose, otra señorona (o hasta una tierna viejita) mirando mal al que se hace el dormido y no le da el asiento y un enorme etcétera... Sin embargo, o al menos a mí no me pasó muy seguido, no huele mal. Es un país tropical, temperaturas elevadas, sudores, calorones y todo lo demás, pero no huele mal. Y es que la mayoría de los venezolanos, vengan de donde vengan y vayan a donde vayan, están siempre perfumados. Eso es muy agradable y, a mi parecer, muy importante. No sé si tendrá que ver con las novelas, base educacional de cualquiera, pero todos siempre andan arregladitos, perfumaditos, no en pijamas ni chancletas, y además procuran mascar algún Trident (o cualquier otra marca, es esta la que se me vino a la mente por extrañarla tanto) para no infestar al pasajero contiguo. Pues esto, señores, no pasa en los otros lugares que he visitado. En otras ciudades, sí existe el mal olor corporal y a nadie parece importarle tanto, sólo a los que venimos del mismo lugar. No es que conozca millones de ciudades aparte de la de origen, pero algo he podido comparar y, la verdad, extraño el olor de los venezolanos. Eso me hace plantearme esta cuestión íntimamente vinculada con la conquista, el olor y las feromonas (aunque no totalmente confirmadas en humanos), y me hace pensar en torno a la cultura y el amor. No en este momento, pero en alguna oportunidad quisiera poder entrevistar a un grupo de amigos (que se hallen regados por el mundo) para que me cuenten sus experiencias respecto al olor y el amor. El olfato activa el placer de la atracción, por lo tanto, de alguna manera debe también activar la comunicación entre dos seres humanos, por supuesto nada de lo aquí escrito tiene ningún fundamento científico ni de investigación, ni trato de relacionarlo con la química que se produce entre dos seres humanos, simplemente trato de contar mi percepción. Así que me pregunto ¿es posible hallar en un ser muy distinto culturalmente a uno mismo atracción real, si su olor llegara a parecernos, en ocasiones, repulsivo?, ¿es una simple manía que nos acompaña a muchos, pero no a todos?, ¿cuántas personas que emigran no buscarán inconscientemente precisamente a alguien que venga del mismo lugar porque hay algo en el olor (sin contar con la comunicación verbal y aquello que no debe explicarse, como el coloquio, que sería básico) de esa persona que no encuentra en el olor del nativo en ese nuevo país en el que desarrollará su experiencia de vida? Muchos tienden a obviar este punto, tal vez porque se dejan guiar únicamente por lo visual, pero estoy casi dispuesta a asegurar que en cada uno de nosotros (escondido, o no tanto) vive un Grenouille desesperado que intenta discernir si el que acaba de pasar a su lado tiene olor a enamorado.  

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