jueves, 15 de marzo de 2012

Representaciones temporales. Oda a Ende.

¿Quién determina tu tiempo de vida?, ¿quién colocó los adjetivos?, ¿quién creó la referencia?, ¿por qué eres apto para un empleo hasta cierta edad y no para siempre, hasta el día de tu muerte?, ¿quién aseveró que eras muy joven para amar y muy viejo para odiar, y viceversa?



A todos nos angustia el tiempo. El tiempo se nos agota. Nos consume el hecho de su huida, de su carrera, de su desaparición. Entretanto, nos enfocamos en retenerlo, inventamos elíxires, pagamos por costosas cremas, cirugías, optamos por tratamientos diversos, dejamos de alimentarnos de tales o cuales alimentos, nos alejamos de ciertas bebidas, nos divertimos menos, empezamos a practicar los deportes que alguien ha dicho que alargan el tiempo de vida, de flexibilidad, de juventud..., y seguimos comprando relojes (símbolo de poder en muchas culturas. Mientras más costoso y representado por un artista de moda, cuánto mejor). Nos ponemos horarios, que muy pocos respetamos. Nos mentimos, nos acobardamos frente a los cumpleaños, nos comparamos con los otros y sus logros, nos asfixiamos. No dejamos de pensar en nuestra EDAD.

Por mi parte, que sufro de casi todos los males descritos con anterioridad, me dispongo a prepararme unos pancitos tostados, con miel. ¿Qué otro placer podría prepararme si no? Michael Ende nos da la respuesta. He leído a Ende en más de una oportunidad, repetidas veces. Ende es un mago de la escritura juvenil (y no tanto..., recordemos a Jacqueline Held quien opina que el desfasaje existente entre el mundo real y el desconocido conduce a la reflexión, la cual se propicia de la misma manera en jóvenes, adultos y todo aquél que haya desarrollado aptitudes de lectura, así que podríamos incluir también a niños) que nos adentra en mundos maravillosos que todos desearíamos tocar, respirar y oler alguna vez. Este escritor de literatura fantástica (en su mayoría) también se planteó estas cuestiones temporales y las reprodujo en un hermoso libro al que tituló Momo y que fue publicado hace ya casi cuarenta años, pero cuya vigencia es sencillamente admirable. Estoy casi segura que Ende, en más de una ocasión (como estoy intentando hacer ahora mismo), detuvo su propia respiración a ver si lograba detener, a su vez, un poco el tiempo que se le iba de las manos, de los ojos, de los dedos, de las orejas, de los codos, de todas las extremidades...



La representación simbólica del mundo a través de la ficción que plantea Michael Ende no se limita a emplear la fantasía como una vía de escape de la realidad, sino como parte integrante de la misma. A través de un Maestro Hora, dueño del tiempo de todos los hombres; una niña a la que le sobra tiempo y, por ello, puede precisamente dedicarse en detalle a ciertas tareas que no todos están capacitados de atender (como, por ejemplo, escuchar a los demás atentamente, sin apurarse); un barrendero que se toma todo el tiempo que necesita para expresarse correctamente y evitar mentir; los hombres grises (las sanguijuelas o ladrones del tiempo, cuyo lema fundamental es: "El tiempo es oro - ahórralo"); una tortuga bastante particular mano derecha del Maestro Hora y muchos personajes más, el escritor alemán abre espacios en la imaginación de sus lectores que, de alguna manera u otra, los ayuda a encontrar respuestas a esas interrogantes con las que inicié la nota de hoy.

En Momo se descubren maneras distintas de entender ciertas paradojas temporales, Ende bautiza como "horas astrosas" a aquellas que a veces pasan sin que nadie se dé cuenta, "pero si alguien las reconoce, pasan grandes cosas en el mundo". Plantea ideas filosóficas del tiempo y también nos habla de las causalidades y las casualidades. Si todos los hombres estuviésemos realmente atentos (y en la capacidad de reconocer una hora astrosa cuando ocurre), muchas más cosas espléndidas regirían el mundo real tal y cual lo conocemos. Claro está, somos demasiado distraídos, para nuestra desgracia. Recordemos que esta misma idea del tiempo desapercibido, de los espacios y lugares que también pasan inadvertidos, la retoman autoras como Rowling en su conocida obra cuyo protagonista es Harry Potter. Es así como vemos que Ende ha marcado ciertas pautas y tendencias que abren paso a nuevas creaciones artístico - literarias.  

Los invito a que recorran Momo, una novela con persecuciones alocadas pero huidas tranquilas, sin apurarse, porque hay demasiada tela que cortar. Y lo importante reside en hallar con quién compartir ese tiempo anhelado, pues cuando sobra en soledad, se convierte en una carga muy pesada de llevar, en una  cruel maldición.
  

No hay comentarios:

Publicar un comentario