jueves, 29 de marzo de 2012

De lo que todos hablan en cualquier momento

A continuación transcribiré un extracto de una obra de Honoré de Balzac, quien aun habiéndose avergonzado de sus primeros escritos, nos regaló siempre majestuosidad en cada una de sus frases, incluso cuando en sus novelas no se enfocara únicamente en la historia francesa... Pero antes, quisiera exponer algunas ideas acerca del sentimiento del que hablamos todo el tiempo, del que creemos saber todo, al que creemos deberle todo y que inunda nuestros pensamientos, acciones e intenciones mundanas: El Amor

No pretendo definirlo ni mucho menos, sólo quiero anotar algunas frases sueltas, venidas a mi mente, e inclusive copiadas de las mentes de otros, tras la lectura de un cuento de Clarice Lispector (La mujer más pequeña del mundo), en la cual deja entrever que el amor no siempre está vinculado con algo bueno. Y estoy de acuerdo. El amor, en ocasiones, puede ser muy cruel. Pero no necesariamente por su contrario (el desamor, el amor no correspondido, la indiferencia, o como queramos catalogarlo), sino porque a veces el que ama lo hace de una forma tan intensa y egoísta, que al amado no le queda más remedio que resignarse, ya que luchar contra un sentimiento de posesión de tal fuerza, resulta prácticamente imposible. El que ama, asfixia, y el amado es irremediablemente asfixiado. Cuando hay correspondencia, la relación se vuelve más sutil, pero no perece. Muchos definen el amor vinculado con otros sentimientos y sensaciones como lo son el placer, el gozo, la satisfacción, la calma, la tranquilidad, la armonía, la caridad, la renuncia, el sacrificio, la música, la bondad, el orgullo, la entrega, la negación de las propias pasiones en función de agradar al otro, el ensueño constante, la posesión, la manipulación, el hecho de ceder a las decisiones del otro, el entusiasmo, la motivación, la admiración y un infinito etcétera. 

Lispector, por su parte, en el cuento arriba mencionado, lo expone con simpleza: "¿quién no deseó alguna vez poseer a un ser humano solamente para sí? Lo que, en verdad, no siempre sería cómodo, porque hay horas en que no se quiere tener sentimientos". Yo no tengo mucho más que añadir, quizá sí expresar que amar es siempre satisfactorio cuando hay la misma cantidad de tensión de lado y lado. Cuando ambos halan la cuerda con la misma fuerza, pero quién sabe si esto último sea sólo eso: una frase que deriva en la utopía. No quería referirme únicamente al amor de pareja, sino al amor en general, el que se siente por un amigo, por un familiar, por los animales, por la propia naturaleza, por los objetos, por uno mismo... en fin, pero el de pareja es el que termina dominando las conversaciones de los occidentales la mayor parte del tiempo... ¿no es cierto? Por ello, quise dedicar la nota a estas líneas de Balzac que, a su vez, me llevan a cuestionarme: Si nunca sentí esto... ¿vale la pena estar viva? Lo pongo en duda.

Béringheld a Marianine: 

"- ¿sabes lo que es el amor? - Aunque lo supiera, me gustaría ignorarlo, para oír siempre cómo lo describes tú, y aprender de ti si es verdad o no que te quiero.

Con estas palabras, Marianine dejaba perfectamente claro que sabía de lo que estaban tratando. Pero la naturaleza otorga a las mujeres ese arte de expresar lo que sienten mediante palabras que parecen decir precisamente lo contrario. 

- Marianine, amar es dejar de vivir para uno mismo; es conseguir que todas las pasiones humanas, temor, esperanza, dolor, alegría, placer, no dependan más que de un solo objeto; es sumergirse en el infinito y no ver nunca los límites a los sentimientos; es consagrarse a un ser de tal manera que sólo se viva y se piense para hacerle feliz; es encontrar grandeza en la humildad, dulzura en las lágrimas, placer en las penas y pena en los placeres; es, en definitiva, reunir en uno mismo todas las contradicciones. 
- ¡Entonces, te quiero! - susurró Merianine. 
- Es - prosiguió Béringheld exaltado -, vivir en un mundo ideal, magnífico y lleno de esplendor, porque hasta el cielo es más puro y la naturaleza más hermosa. Sólo puede haber dos maneras de ser y dos formas de dividir el tiempo: porque si las flores estás mustias, por muy puro que sea el azul del cielo, todo parecerá agostado. Es como si el mundo no contuviera más que un solo individuo: esa persona sería el universo para los enamorados... 
- ¡Te amo! - repitió Marianine. 
- ¡Amar! - gritó Béringheld, con la cara enrojecida por el derroche de toda la energía de su alma-. Amar es tener mil cosas que decirse cuando no hay un instante para verse, y no decir nada cuando se está cerca de la persona amada; es dar tanto como se recibe para esforzarse mutuamente en dar más y luchar con sacrificio. 
- ¡Estoy segura de quererte! - respondió Marianine-, cuya mirada extática habría hecho creer a cualquiera que era capaz de escuchar a través de sus ojos. 
- ¿Estás segura, Marianine? - dijo Béringheld. 
- ¡Sí! - respondió ella, sonrojándose. 
- Entonces, que sepas que estás destinada a sufrir penas y lamentos por una mirada o una palabra". 

Más adelante, tras la declaración de profundo amor de Marianine hacia Béringheld: 

"- Marianine, eso es lo que tú te crees en este momento, y de buena fe, no lo pongo en duda. Pero, pasados algunos años, ya no me amarás. ¡Desde luego no a mí, que siempre he soñado con el amor eterno! Tal amor no puede vivir en una naturaleza humana que, a cada minuto, parece adoptar una nueva existencia. Así que ni intentes serme fiel. Ni lo exijo, ni lo espero de ti...

- ¡Béringheld! Por esa luz tan pura que cubrirán las nubes, por estas rocas inmutables, por este lugar sagrado para mí, por toda la naturaleza, ¡juro que no he de amar más que a ti! Y en este altar, iluminado por el astro de la noche, me desposo contigo para siempre jamás... ¡Vete! Aunque hubieran de pasar más de veinte años, a tu regreso, encontrarías que tu Marianine te ha sido fiel, eso si el dolor de estar separada de ti no la ha inducido antes a la muerte. ¡Adiós!". 



¿Quién se anima a opinar sobre tan controvertido tópico? 

         

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