jueves, 8 de marzo de 2012

Historia de cómo empecé a sentirme un poco menos venezolana, a mi pesar


Seguramente, todo venezolano (o casi todo) tiene una queja respecto a la Comisión de Administración de Divisas. Este asunto, sin duda, debe estar vinculado con que algunos se benefician, mientras otros nos perjudicamos de una forma casi para deprimirse e ir corriendo a terapia (sí, saqué la cuenta, somos 17000 los que no ejercemos nuestro derecho por, al menos 3 años, lo cual se traduce en un montón de dólares que, si no estamos utilizando nosotros, seguro alguien más sí...). Bueno, yo no he ido a terapia, pero por momentos (sobre todo los desesperados) lo pienso. Mi historia es larga, compleja; sin embargo, siento que necesito plasmarla para que en unos años (y espero con todo mi ser sean pocos) pueda leer la entrada del blog y decir: "¡Qué tiempos aquellos! ¡Menos mal que eso no pasa ahora!". Todo comenzó cuando decidí irme de viaje y al intentar comprar en un supermercado (en el 2009, a principios) la tarjeta de crédito simplemente no pasó. Me dije, es raro, pero quizá es el punto. Intentaré en otro lugar, en otro cajero, en otro lugar, nuevamente. Y simplemente la tarjeta no pasó. Cuando me puse en contacto con el banco, me dijeron que se había bloqueado, para mi total sorpresa. Estando en el exterior, empecé a desesperarme un poco, porque bien sabemos que el acceso a dólares de manera oficial y legal en Venezuela es casi tan difícil como lanzarse en paracaídas más de 4 veces en una misma semana. Cuando empecé a preguntar a mi entidad bancaria, me dijeron que ellos no tenían nada que ver, que el asunto del bloqueo lo había decidido CADIVI. Yo, por supuesto, sabía que se trataba de un ERROR, pues el año anterior (2008) había sido convocada para entregar una documentación (Quinta Convocatoria) en mi entidad bancaria que incluyera fotocopias de pasaje, pasaporte, facturas, cédula y todo papel que pudiera vincularme con una salida al exterior precisamente en ese año 2008 (en el que también viajé). Y como yo había consignado absolutamente todo (incluso facturas de panaderías, ya borrosas con el paso del tiempo, como es natural) estaba libre de pecado. Mi uso correcto de las divisas me defendería frente a cualquier futuro ultraje o acusación injusta (como debe ser, ¿no?). Estamos en el 2012. No he resuelto mi problema del bloqueo. Realmente hacer un resumen de todo lo que me pasó resultaría un tanto fastidioso, repetitivo y reviviría angustias que no sé si aportan algo verdaderamente. Lo cierto es que ya sé ir con los ojos cerrados, los oídos tapados y las manos atadas, a CADIVI. Llevé, pues, nuevamente mi documentación (para ello tuve que sacar milquinientosmillones de fotocopias, dañando aún más al medio ambiente), me dijeron que tenía que escribir una CARTA DE RECURSOS DE RECONSIDERACIÓN y que, luego de eso, no podían asegurarme cuándo estaría resuelto mi problema, porque "bueno, son 5 analistas, tu caso, al igual que el de 17000 venezolanos está en JUNTA INTERNA y no tenemos ni idea cuándo podría estar resuelto". Mi paciencia por supuesto se había agotado ya para el año 2010 y, ¡cuánto más!, para el año 2011. Sin embargo, envié mi carta, más por fastidiarlos que por querer disfrutar de mi derecho (que de hecho, era un deseo de por sí bien fuerte). Pero cuál no es mi sorpresa cuando en noviembre de 2011 recibo una carta horrorosa (al e-mail) cuyo autor (o así lo decía la firma) era nada más y nada menos que Manuel Barroso (o Gusanoso, como suelo denominarlo ya que me recuerda a esos seres que desde pequeña he rechazado con náuseas profundas, miedos entrañables y disgusto indescriptible); en dicha carta, se explicitaba que quizá mi caso iba a pasar a la "Dirección General de Inspección y Fiscalización del Ministerio del Poder Popular de Planificación y Finanzas" (¡Qué nombre largo! así como las cadenas, es todo largo, tedioso, sin contenido real..., para impartir la sanción correspondiente por el ilícito uso de mis divisas), ya que "De acuerdo a lo observado en los movimientos migratorios suministrados por el SAIME (fecha de entrada y salida del país de origen, fecha de entrada y salida del país de destino), se deduce que el usuario no realizó el viaje al exterior según lo declarado en las solicitudes". Es decir, la redactora de esta nota quejosa no salió del país. Es decir, en los datos que el SAIME maneja no está reflejada mi salida (ni entrada) del/al país. A pesar de estar estudiando en el exterior (con certificados de domicilio incluidos, y documento de identidad), de haber entregado mil facturas, mil comprobantes, mil SELLOS de ENTRADA y SALIDA del país colocados por, adivinen quiénes, ¡los del SAIME! (respuesta correcta, sí). Total que tuve que ir al SAIME (Centro de Caracas) a pagar una unidad tributaria (que, viéndolo bien, no me correspondería pagar a mí porque yo no me pongo los sellos en el pasaporte, pero ¡bueh! ¿qué es una raya más pa´ un tigre?) y esperar que me entregaran, después de los correspondientes días hábiles, (no veo por qué deben esperarse varios días tampoco, por lo sencillo del trámite: imprimir una carta que culmina con un "Bolivarianamente" en lugar de "Atentamente", en la que se exponga que SÍ salió del país Fulanita de los Valles), mis movimientos migratorios, correr a Finanzas con TODA mi documentación NUEVAMENTE, cartas explicativas incluidas, para evitar que ME SANCIONEN a mí, señores, a mí, quien nunca dejó de hacer uso correcto de sus divisas. De su derecho. Cuando salí de Finanzas (no sin antes haberme desahogado con el funcionario de turno, con manos sudorosas, un payaso más del circo en el que estamos, desde hace 13 años, arriesgándonos por cuántas acrobacias nos salen por semana, a quien terminé diciéndole que no era culpa suya nada de esta injusticia, pero que yo era una persona honesta, que no cruza los semáforos en rojo siquiera, que piensa en los demás y blablabla) me sentí un poco menos venezolana, muy a mi pesar, sí. No me sentí identificada en lo absoluto con este chiste de mal gusto, con el castigo por no ser adepta a algo amorfo (porque seguro mi firma de la famosa Lista Tascón no se borró como los sellos de entrada y salida) que dice ser una ideología política socialista (aclaro, la del siglo XXI), con conceptos tergiversados, manejados al antojo y conveniencia, cuya mención es suficiente para burlarse una vez más del pueblo, del verdadero pueblo, día tras día, sin cansancio, sin disimulo. Subestimándonos, una vez, subestimándonos. 

2 comentarios:

  1. Chama que fino que estás escribiendo!, me voy a subscribir a tu blog!

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  2. Hola Paolita, muchas gracias. Allí he dejado un par de escritos más, espero que te agraden y que comentes cuanto desees. Un abrazo, te extraño.

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